La hidratación de las personas mayores es un hábito fundamental en su alimentación, ya que la ingesta de líquidos influye considerablemente en su estado de salud. A pesar de que con la edad disminuye la sensación de sed, el cuerpo sigue necesitando la misma cantidad de agua.
Existe la falsa creencia que, al envejecer y ralentizarse nuestro ritmo de vida, la cantidad de líquido que necesita el cuerpo disminuye. Esto no es así. El cuerpo sigue necesitando cantidades similares de líquido para mantener una hidratación adecuada. Los estudios indican que, en condiciones y nivel de actividad normales, los varones deben consumir 2,5 litros de agua al día y las mujeres 2,0 litros.
La deshidratación es una de las causas más frecuentes de hospitalización de personas mayores de 65 años, e incluso, de muerte.
A veces, nuestros mayores, por miedo a la incontinencia urinaria, la disminución de la sensación de sed o la pereza de alternar agua con otras bebidas no atienden de forma adecuada el hábito de beber líquidos. Sin embargo, es clave. Si bien los riñones de una persona de 70 años filtran y eliminan la mitad de desechos que los de un treintañero, los mayores pierden mucha más agua a través de la orina que los jóvenes.
El hecho de carecer de un buen balance entre las pérdidas de líquido y la reposición de las mismas, puede favorecer la deshidratación. De este modo, las cantidades de agua perdidas en forma de sudor, orina o heces deben reponerse de manera regular mediante líquidos, incluidas otras bebidas y agua contenida en los alimentos sólidos.
- Con la edad, el cuerpo pierde la capacidad de sentir sed en respuesta a la falta de líquido, lo que aumenta el riesgo de sufrir deshidratación. Por lo tanto, para logar un grado de hidratación satisfactorio, las personas mayores deben prever la demanda corporal de agua, en vez de esperar siempre a tener sed para beber algo.
- De forma general, la función renal se deteriora con la edad, lo que significa que se pierde más líquido y aumenta la demanda de agua.
- Normalmente, en las personas mayores y en las de edad muy avanzada la deshidratación es más grave que en las personas más jóvenes y puede llegar a ser mortal. También puede aumentar el riesgo de caídas, infecciones urinarias, alteración de la función cerebral y otras afecciones.
- Algunos medicamentos pueden inhibir el mecanismo de la sed y modificar el grado de hidratación de otras maneras.
- En algunas personas mayores, las limitaciones de movilidad pueden restringir el acceso a las bebidas habituales, mientras que en las personas con problemas de memoria es posible que les resulte difícil recordar cuándo bebieron por última vez.
La deshidratación se identifica con signos evidentes, como una piel desestructurada, la concentración de la orina o confusión mental. Por ello, se deben prevenir estas consecuencias de la deshidratación con algunos trucos:
- Lo más eficaz es estimular una mayor ingesta de líquidos en forma de agua, té, refrescos, zumos de fruta, infusiones o sopas. Debido al deterioro en la sensación de sed, las personas de edad avanzada deben atender a un consumo de líquidos constante y regular, que incluya la mayor diversidad de bebidas posible para que llegar a los niveles de ingesta de líquido necesarios sea un objetivo más factible.
- Hay que convertir el beber agua en un hábito, aunque no se tenga sed. Para ello, lo mejor es marcar una botella de agua con capacidad de un litro o litro y medio, y colocarla en un lugar visible y fresco. El objetivo es que se acabe al terminar el día y se rellene al comenzarlo.
- Después de rellenar la jarra, hay que empezar la mañana con zumo y con fruta, que garantizan una ingesta segura de líquidos, junto con el tazón de leche con café o té. También la hora de la merienda es un momento aliado para la hidratación. En forma de fruta, infusión, granizado o zumo. Los expertos señalan que es mejor optar por un tamaño grande en la vajilla y desechar las copas pequeñas, ya que estas dificultan alcanzar las cantidades de líquidos deseados. Acostumbrarse a tomar pequeños sorbos del mismo vaso, siempre el mismo, ayuda a afianzar el hábito.
- Es conveniente incluir en la dieta zumos, caldos, preparados licuados de verduras y frutas, granizados, helados o gelatinas.
La leche desnatada y semidesnatada, zumos, melón, lechuga, tomate, espárragos, sandía, pimientos, berenjena, calabacín y cebolla. En general, la mayoría de frutas y hortalizas no pueden faltar en una despensa eficaz. Contienen entre el 90% y el 99% de agua. Algo menos, pero también muy ricas en líquidos, son las judías verdes, zanahorias, piña, cerezas, uvas, naranjas y el yogur. A continuación, si se hiciera una clasificación de más a menos, llegarían los plátanos, las patatas, el maíz, el queso fresco, pescados, pollo y carnes magras.
El pan blanco, pan integral, pan de molde, quesos curados y embutidos apenas tienen un 35% de agua, algo más que la miel, higos, pasas y mermelada. El arroz, la pasta y las legumbres, aunque son alimentos secos, requieren agua para su cocinado, por lo que también hidratan.
Sufrir deshidratación no solo les causa importantes daños físicos (sequedad en las axilas, sequedad de la boca, ojos hundidos, disminución de la tersura de la piel y prolongación del tiempo de llenado capilar), también afecta a la función cognitiva y a su estado de ánimo. Esto viene a explicar la importancia de la hidratación en el cuerpo humano ya que todos los procesos orgánicos se producen en el medio acuoso, incluido el funcionamiento del sistema nervioso y la deshidratación ligera puede empezar a afectar al rendimiento, a la memoria, a la coordinación motora y provocar fatiga.
Hay que estar concienciados sobre esta cuestión para que al llegar el verano tengamos todos estos hábitos adquiridos y no ocurra nada.
Fuentes: consumer.es, efesalud.com, institutotomaspascualsanz.com y seegg.es